jueves, 7 de marzo de 2013

Pequeño roedor.

Hace ya tiempo que la travesía no es pacífica ni gratificante, el sol que iluminaba nuestros días y acariciaba nuestro rostro se tornó en oscura tormenta de vaivenes incontrolados.
Los golpes de las olas son cada vez más virulentos y van mellando el casco viejo y agrietado de nuestro futuro sin que achiquemos agua al tiempo que la inconsciencia de la mayoría no aboga por su reparación.

Por el camino vamos perdiendo el equipaje que tanto esfuerzo nos costó reunir y que no podremos recuperar en un trayecto sin vuelta atrás. La ignorancia, el desinterés y la apatía son malos compañeros de un viaje eterno y carente de fecha de llegada del que se zarpó muchas generaciones atrás.

Mientras nos dirigimos a un destino oscuro e inhóspito son cada vez menos las manos dispuestas a remar codo con codo, la resignación empuja a aquellos que eligen los botes salvavidas como alternativa al tiempo que suben a bordo náufragos de otros navíos, sin ser conscientes que el motín se volvería lícito frente al desgobierno de la nave.

Se es libre de remar en un barco sin bandera ni capitán donde navegamos dando bandazos sin rumbo fijo, pero donde corremos el riesgo de naufragar todos juntos.
Creemos que nada nos afectará mientras agachemos la cabeza para cobijarnos dentro de nuestro pequeño micro mundo de falsas ilusiones pensando que estamos a salvo sin entender que tenemos la misma libertad que un pequeño ratón dentro de su jaula.





Leónidas de V

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