lunes, 5 de diciembre de 2016

El mal de la privación del alma.

Yo la notaba normal, no mostraba signos que delatasen nada anómalo y sus expresiones eran consecuentes con sus actos.
Pero llegó ese día fatídico, un escalofrío que recorre tu cuerpo te aturde y evade de la realidad que te rodea por un instante.
- recuerda que esta semana que viene me toca ir de mañanas - comenté mientras recogíamos algunos enseres de la cocina.
- ¿no tenías fiesta? - preguntó ella.
Alguna vez les había recordado a ambos mi cuadrante de trabajo dado que alguna que otra vez solía sufrir algún que otro cambio.
- no, mamá, si ya comentamos el tema ayer. Además si necesito algo del.....pero, ¿qué haces? ¿por qué guardas eso en el horno? - le pregunté extrañado.
- ¿y dónde quieres que lo guarde? Donde siempre - me contestó mientras me miraba con absoluta normalidad esgrimiendo una sonrisa.
Nunca guardaba nada dentro del horno, y menos unas copas de vino. Una sensación extraña y tenebrosa hizo que me quedase inmóvil por un instante. Me faltaba el aire por momentos, respiraba con dificultad y mi pulso fue más rápido. Conseguí abrir los ojos, estaba todo oscuro pero adiviné entre las sombras que era mi dormitorio, mi cama.
Una pesadilla, una mala pesadilla que espero no llegue nunca a ser realidad. Hay muchas formas de que nos dejen nuestros seres queridos pero, por favor, no vuelvas a provocarme esa herida que todavía no ha cicatrizado, no te los lleves así de esta manera arrancándoles la conciencia, privándoles de recuerdos y desahuciándolos sin alma.