sábado, 9 de marzo de 2013

Pequeño micro mundo.

El chico de unos veinticinco años tenía dificultad para caminar y entraba agarrado del brazo de un señor mayor que pasaba de los sesenta. La cara del joven reflejaba una sonrisa especial, un tanto nervioso pero decidido y valiente.
Balbuceó los buenos días y preguntó de forma casi imperceptible a cerca del precio de los bocaditos de nata mientras los señalaba con mano temblorosa, la discapacidad le impedía hablar correctamente.
 
Esbozó una sonrisa, pidió una bandeja y le hizo un gesto al que luego supuse sería su padre acercándole la cintura para que le cogiera la cartera y pagase.
Una vez envueltos, el señor dijo que volvía en un instante, tenía que guardarlos y en breve volvía por él. El chico permanecía quieto, orgulloso del gesto hasta que regresó y le acompañó hasta el coche.
Tardó un rato en acomodarlo en el asiento e instantes después desaparecieron entre el tráfico. Nadie reparó en la situación: las prisas de la gente, sus quehaceres, sus problemas.

Me quedé pensando en la vida de ambos, en cuál sería el motivo por el que el chico compró los bocaditos, en si era consciente del momento actual que vivimos y en las dificultades a las que tendría que hacer frente él solo, en su micro mundo.
 
No suelo comprar pasteles pero ese día escogí una tarta para llevarla a una comida familiar y así refugiarnos en nuestro pequeño micro mundo por unas horas. Tal vez mañana sea ya tarde, carpe diem.


Leónidas de V.

jueves, 7 de marzo de 2013

Pequeño roedor.

Hace ya tiempo que la travesía no es pacífica ni gratificante, el sol que iluminaba nuestros días y acariciaba nuestro rostro se tornó en oscura tormenta de vaivenes incontrolados.
Los golpes de las olas son cada vez más virulentos y van mellando el casco viejo y agrietado de nuestro futuro sin que achiquemos agua al tiempo que la inconsciencia de la mayoría no aboga por su reparación.

Por el camino vamos perdiendo el equipaje que tanto esfuerzo nos costó reunir y que no podremos recuperar en un trayecto sin vuelta atrás. La ignorancia, el desinterés y la apatía son malos compañeros de un viaje eterno y carente de fecha de llegada del que se zarpó muchas generaciones atrás.

Mientras nos dirigimos a un destino oscuro e inhóspito son cada vez menos las manos dispuestas a remar codo con codo, la resignación empuja a aquellos que eligen los botes salvavidas como alternativa al tiempo que suben a bordo náufragos de otros navíos, sin ser conscientes que el motín se volvería lícito frente al desgobierno de la nave.

Se es libre de remar en un barco sin bandera ni capitán donde navegamos dando bandazos sin rumbo fijo, pero donde corremos el riesgo de naufragar todos juntos.
Creemos que nada nos afectará mientras agachemos la cabeza para cobijarnos dentro de nuestro pequeño micro mundo de falsas ilusiones pensando que estamos a salvo sin entender que tenemos la misma libertad que un pequeño ratón dentro de su jaula.





Leónidas de V