viernes, 29 de febrero de 2008

Un minuto por nuestros mayores.

Hacía ya un tiempo que me rondaba por la cabeza plasmar un sentimiento de rabia e impotencia venido a mi desde hace algún tiempo. Pensamientos, reflexiones, un intento de abrir los ojos a la gente e intentar sacudirles el alma para ver algún tipo de reacción.
Tal vez un pequeño reonocimiento se convierta alguna vez en un gran homenaje, como un aplauso de todo un público puesto en pie para reconocer un acto, una lucha; creo que es un pequeño grano de arena para con ellos.

Encarna y Matías son dos jubilados normales, de un barrio obrero normal de una ciudad normal española con una vida normal. Viven en un pequeño piso viejo, sacudido por los desmanes del tiempo y acomodado con un puñado de muebles que guardan aún de cuando se casaron, la mayoría apuntalados en alguna pata con un papel doblado para evitar su balanceo.
Aún así, viven felices el día a día porque, como ellos mismos dicen, no necesitan mucho más; el calor de sus hijos y nietos y el amor mutuo que tienen suplen la falta de posesiones materiales.
Reconozco que da envidia verlos juntos, envidia sana, contemplar como Matias sigue pendiente de ella hasta en los más mínimos detalles, acariciándole ese pelo revuelto ya canoso que no respetó el pasar del tiempo, recordándole la pastilla redonda amarilla que debe tomar después de come; y ver como ella siempre le corresponde con una sonrisa y un beso, "un beso para mi príncipe", como dice ella.

Todas las mañanas Matías se despierta antes que Encarna, no suele dormir mucho, por lo que aprovecha el tiempo en preparar el desayuno. Ella se despierta al poco rato, el sonido de las cacerolas y dcubiertos, unido al aroma de café que se desliza por debajo de la puerta le hacen abrir los ojos.
Pero esta mañana no ha sido así, Encarna se despertó antes, no porque se le adelantase, sino porque Matías ya no despertaría nunca más.
LLoró la pérdida días, semanas, meses... nunca vi en su cara la misma sonrisa de antaño.
Ambos vivían con una pensión que recibía Matías, con la que iban subsistiendo (nunca mejor dicho) el día a día apretándose el cinturón.

Ahora viene la mejor parte del relato, ¿qué hace el Estado en este caso? ¿Cómo le da el pésame a la pobre viuda? Pues concediéndole una pensión de viudedad que ronda los 350 eur, si señor, con dos cojones. Teniendo los mismos gastos de agua, luz, gas, comida, ropa, etc...decide reducirle los ingresos, pensando tal vez que como ya no está uno de los dos, no van a hacer tanto gasto. Eso y un par de palmadas en la espalda acompañándole en el sentimiento.
Maquiavélica reflexión, no creen? Como si con 350 eur una sola persona pueda vivir. Dios....

Matías trabajó durante toda su vida doblando el espinazo, trabajando como un mulo sin cotizar a la Seguridad Social gracias a la "inteligencia" de los jefes que tuvo, ahorrándose el importe ellos son más ricos; en base a ello hasta ahora cobraba una paga no contributiva que se recortó hasta el importe antes mencionado convirtiéndose en pensión de viudedad para Encarna.
Pero para tener ayudas es mejor que vengas de fuera, del país que sea, el número que sea, da igual porque siempre habrá ONG, S que se morirán por consolarte rebajándote los tipos de interés bancarios, dándote cupones de compra de 30 eur como hace Cáritas, así como comedores escolares gratuitos, ayudas para alquiler de pisos, acceso a VPO (viviendas de protección oficial), librándote de pagar impuestos durante 5 años al montar un negocio (esto lo saben muy bien el colectivo chino, os cuales a los 5 años cambian el nombre de la sociedad y a seguir libres de los pagos...). Por poner algunos ejemplos...

Así de benefactores y arregladores de mundo somos, la ONG mundial para solucionarle los problemas a todos menos los que tenemos propios, manda huevos...
Es preferible dar todo ese dinero y ayudas al extranjero que a nuestros mayores, nuestros abuelos, el suyo y el mío, los que trabajaron duramente para levantar este país viviendo una Guerra Civil, los que sufireron el hambre, la escasez, los que gracias a ellos tenemos una sociedad mejor que la de antaño (siempre mejorable, por supuesto); los que estaban siempre ahí para cuidar de los nietos, para estar al lado de tu cama cuando estabas enfermo y velaban tus sueños, los que te llevaban al parque y te enseñaban sus experiencias contándote historias increíbles para dejar volar tu fantasía.
Así es como se lo agradecemos, dándoles pensiones ridículas, recluyéndolos en residencias, apartándolos de la sociedad porque son un estorbo, una carga para las familias.
Es igual que sean de derechas, de izquierdas o del centro (bonita palabra para el político que quiere agradar a ambos colores).

¿En qué momento perdimos el respeto por nuestros abuelos? ¿Cuándo llega la hora en que son un lastre para la sociedad?
Otras culturas de países diveros afortunadamente no se comportan así, teniendo a sus mayores en un pedestal, con el máximo respeto, mostrándoles un cariño especial como forma de agradecimiento, aunque solo fuera porque sin ellos no estaríamos nosotros aquí.
Nosotros los arrinconamos , nos mofamos de ellos, de sus achaques sin caer en la cuenta de que llegará un día en que seamos nosotros los que estemos en su lugar.

Dedicado a todos nuestros mayores, con mucho cariño.
Raúl.